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Sociedad de consumo y posfordismo

  • Foto del escritor: Sebastián Duarte
    Sebastián Duarte
  • 13 jun 2021
  • 5 Min. de lectura

Numerosos estudiosos, como el antropólogo Luis Enrique Alonso, han señalado los años setenta como el inicio del posfordismo. Frente a los años 50 y 60, destacados por el desarrollo económico y la expansión de los mercados siguiendo el modelo de producción fordista, los años 70 son mucho más inhóspitos para la producción y los mercados, los cuales comienzan a estar saturados de productos muy similares producidos en masa. Esta saturación está asociada a la hipersimbolización de los mercados, caracterizada por la búsqueda de productos personales por parte de los consumidores. Es, por ello, que la producción en cadena entra en quiebra y se hace preciso sustituir el modelo productivo por uno que permita la fabricación de productos más específicos y personalizados. En este contexto surge el posfordismo, que viene a reemplazar a su predecesor.


El posfordismo se caracteriza por la producción especializada, donde prima el detalle por encima de la cantidad. Para que esa producción se realice, se crean “islotes” o grupos de trabajadores dedicados al desarrollo de una serie de tareas concretas de la cadena de producción. Este sistema productivo facilita la incorporación y la supresión de tareas a través de la modificación de los islotes, posibilitando así la adaptación de la cadena de producción a las nuevas demandas de los consumidores, que derivan de la hipersimbolización, que, al alimón, ha dado lugar a procesos de flexibilidad dentro de las empresas, ya que la conformación de sociedades dinámicas, de opiniones y gustos cambiantes, impide la formación de rígidas burocracias. Fiel reflejo de ese dinamismo es el fenómeno paralelo al posfordismo conocido como “toyotización”, que consiste en la supresión de los “stocks” en la producción y la puesta en marcha de política de “justo a tiempo”, es decir, la fabricación de un producto al momento de su compra. Este último proceso, muy vinculado al posfordismo, solo es posible gracias al dinamismo de las sociedades modernas y al elevado consumo de estas. Además, hoy en día al posfordismo se vincula la globalización, que incentiva aún más el consumo y el dinamismo, facilitando el desarrollo de la “toyotización”.


El posfordismo, por otra parte, se plasma en el mercado con la aparición de gran variedad de productos con mínimas diferencias entre sí, pero que sirven para adaptarse a las exigencias de los clientes; y la proliferación de espacios que proporcionen al cliente productos personalizados de forma rápida, ya que la lentitud no es viable en una sociedad tan dinámica. McDonald’s, según el sociólogo George Ritzer, es el fiel reflejo del posfordismo en la sociedad. Esta compañía es capaz de producir productos con mínimas diferencias entre ellos, pero con una singularidad y rapidez envidiable. El sociólogo citado, debido a la importancia de esta empresa en las sociedades de consumo modernas, ideó el concepto de McDonalización, para represar la aplicación de los principios del posfordismo, que trascienden más allá de las fábricas. Este proceso ha dado lugar a la proliferación de bienes y servicios de características similares en todos los sectores. Además, estos suelen ofrecer una rápida experiencia al consumidor, ya que, junto al consumo, la maximización del tiempo es uno de los nuevos fundamentos de las sociedades actual. Si bien esta McDonalización sigue, en un primer momento, los pasos de la compañía de la que deriva su nombre y a la que muchos antropólogos llaman “catedrales de consumo”; con el paso del tiempo, han surgido nuevas empresas, en otros sectores, con el mismo propósito y que han seguido difundiendo el modelo de consumo posfordista, explicando así el tremendo éxito del mismo, tales como Starbucks, Ikea o Zara.


Tras explicar las bases del posfordismo, conviene plantear la influencia de esta en la sociedad y es que, si bien el posfordismo surge de cambios en la conformación de la sociedad, una vez establecido este modelo, son otras las consecuencias. Las sociedades de consumo se definen por su dinamismo y por la importancia del consumo dentro de ellas. Es tal la importancia que en las sociedades de consumo se puede hablar de la “religión de consumo”, desarrollada en torno a las “catedrales de consumo”, que han pasado de ser únicamente McDonald’s a encontrarse en todas las ciudades. Con el fin de favorecer esta religión, se desarrollan estrategias que incentiven el mercado y el consumo, tales como las políticas económicas neoliberales desarrolladas por muchos Estados y que, aunque parezca contradictorio, generan aún mayor desigualdad dentro de la sociedad. El abandono de las políticas sociales en favor de medidas consumistas a nivel estatal ha generado dos fenómenos que se retroalimentan: el abandono de personas sin recursos y la generación de corrientes, de corte neoliberal, que conciben las políticas sociales como un impedimento al desarrollo económico. El consumo prioritario y la importancia de las políticas económicas son los pilares de las sociedades desarrolladas actuales. Por ello, no es de extrañar que se plantee que la sociedad actual está conformada de verdaderos “homo economicus”, egoístas, compulsivos y consumidores por excelencia.


Una muestra de la importancia del consumo en las sociedades modernas es el standard package, una expresión, elaborada por Luis Enrique Alonso, que designa al conjunto de bienes imprescindibles en los hogares de las sociedades modernas. Resulta curioso observar cómo este pack aglomera bienes como televisión o teléfonos móviles, que, si bien pueden ser muy útiles en el transcurso de la vida de una persona, no son bienes de primera necesidad y antes carecían de relevancia. Sin embargo, todo aquel que carece de ellos es considerado como una persona “no pudiente” por sus cercanos. Todo ello, demuestra la incidencia del consumo en la sociedad y las necesidades creadas por las marcas.


Continuando en la línea del estudio social, es útil abarcar la pobreza y su concepción para comprender al completo la sociedad. Como es obvio, la pobreza en las sociedades de consumo es vista como un obstáculo, al igual que las políticas en favor de esta. No es de extrañar, entonces, que la aporofobia esté más arraigada que nunca en la sociedad. Para complicar aún más la situación, la disminución de las políticas sociales y los limitados recursos de las ONG que ayudan a pobres impiden acabar con la pobreza, dando lugar a sociedades cada vez más fragmentadas.


Bibliografía

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Alonso, L. E. y Conde, F. (1994). Historia del consumo en España: una aproximación a sus orígenes y primer desarrollo. Madrid: Debate.

Dettano, A. (2019). Políticas sociales y consumo: una lectura desde las emociones (Tesis doctoral). Recuperado de http://hdl.handle.net/10045/91307.

Klein, N. (2001). NO LOGO: El poder de las marcas. Buenos Aires: Paidós Contextos.

La Vanguardia (2019). McDonald's obtuvo beneficios de 5.924 millones dólares en 2018, un 14 % más. Recuperado el 23 de diciembre, de https://www.lavanguardia.com/vida/20190130/46100604623/mcdonalds-obtuvo-beneficios-de-5924-millones-en-2018-un-14--mas.html

Ritzer, G. (1996). La McDonalización de la sociedad: un análisis de la racionalización en la vida cotidiana. Barcelona: Ariel.

Statista (2019). Ingresos trimestrales de Starbucks Corporation a nivel mundial desde 2014 hasta 2019. Recuperado el 28 de diciembre, de https://es.statista.com/estadisticas/634548/ingresos-trimestrales-mundiales-de-starbucks-corporation-2009/.

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